CIENCIA EN LA CALLE
Cuando todo
era tan bueno, por aquello de lo sencillo y por aquella época en que, el aire
era respirable, sin toz, entraba a los pulmones refrescante; los árboles
rodeaban las calles de los pueblos, eran las urbanizaciones de las aves,
protectores de columpios y sombra del caminante; se jugaba hasta con un palito
untado de caca. Salía de la imaginación de los niños o era enseñanza de los
padres, juegos que unían, se hacían amiguitos, despertaba la entelequia
expandiendo neuronas sin límites, eran como artificies de paz que se
prolongaría en el espacio.
Fueron muchos
los juguetes que disipaban el transcurrir del tiempo. Existió uno que adormecía
la inocencia, estirando la imaginación. En las máquinas de costura se usaba el
hilo Cadena, envuelto en una carreta de madera, también en el hogar para zurcir
las medias. Pues bien, cuando llegaba vacía a nuestras manos, le hacíamos
muescas a las ruedas; a un lado un pedacito de vela adherida al hueco con un
caucho y éste al lado contrario con un alambre, estaba construida la hermosa
catarpila, que al darle vueltas al cucho con el alambre echaba andar. El alma
se iba rodando y hoy aún se quiere ir tras ella.
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