MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 1 de marzo de 2017

PIEDRAS BLANCAS


CULTURA SINÚ

Aquel torrente que era convertido en serenos charcos, era el lugar amable, ecológico de encuentro de la niñez en Copacabana, por allá en la década de los 50. El caudal venía enquistado desde la montaña, por entre sembrados de caña dulce y caña brava. La apariencia al primer golpe de vista era la de un río por la cantidad y fuerza de sus aguas. Pleitos con la capital, mermaron la fuerza del arroyo y aun así, continuaba siendo el deleite de los párvulos. Las piscinas naturales casi siempre estaban rodeadas de enormes piedras albas, que eran los trampolines desde donde se lanzaban las inocentes criaturas, que no entendían que era futuro y mucho menos lo que los mayores llamaban sufrimiento. La margen derecha, era la cuna de guayabales que servían cual aperitivo antes de zambullirse en la profundidad acolchonada de arenilla; la de izquierda, sombreada por árboles que daban descanso a las vacas de don Ramón Ríos, llevadas a pastar todos los días después del ordeño matutino.
A aquellas piscinas originarias, se les iba poniendo nombre según el punto sobresaliente en el contorno: Charco Azul, Charco Verde, Charco Piedra Etcétera. Quedaba corto aquella extensión para corretear evitando que se nos fuera “pegado la chucha”, aquel juego sociable, que brindaba alegría y conducía impecablemente a un castigo, por ser culpable de raspones en las rodillas, codos y hasta en la cabeza. Cuando cansados se estiraba el cuerpo al sol, la mirada observaba a un hombrecillo taladrando la tierra y dentro de la cueva una batea en movimiento giratorio, buscando chispitas de oro, por eso, todos lo conocían como Come Tierra o, más allá por el camino, una figura rechoncha, mirada maliciosa, sombrero hongo y con más remiendos que una trapeadora, el inolvidable Magín. Hoy, es una corriente moribunda encerrada por casas que le robaron su espacio, tal vez esperando que la quebrada recobre lo que le fue suyo.     


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