LA HISTORIA CAE
A un bobo grandote que
todos llamábamos "Vástago" y, a quien los fogoneros -ayudantes de
carros- no dejaban nunca en paz, lo sacaron de la vida "Sitieña",
ellos mismos. Un domingo lo encaramaron sobre los lomos de un jumento, al que
golpearon en el anca, el animal encabritado, salió dando coces y saltos hasta
que nuestro hombre dio contra el suelo, para levantarse a la Diestra de Dios
Padre.
En la misma acera de
la iglesia y después del hotel de "Pachita", en un pequeño cuarto,
tenía don Belisario Toro su relojería y joyería, que atendía desde tempranas
horas. Que ejemplar más hermoso era aquel distinguido señor; blanco, grueso.
Con su vestido de pies a cabeza impecable, casi siempre de color negro. Sus
gafas, las cargaderas, toda su vestimenta en completo orden. Jamás se le
conoció otro vicio que el del trabajo y la honradez. Una de esas madrugadas y
después de salir de misa de cinco que oficiaba el padre Duque, le salió al paso
el negro "Pinocho" y golpeándole con algo contundente, lo tiró al
suelo, dejándole inconsciente lo que aprovechó para robarle muchas alhajas que
tenía en su negocio.
No se sabe sí la pena
moral que aquello le causó, o sí, los golpes mellaron su salud, pero el caso
fue, que don Belisario no salía ni a la puerta de su casa y poco a poco se fue
alejando del mundo de los vivos, para sumir a su familia en profundo
desconsuelo. Había llegado a Copacabana en esa mañana el primer acto delictuoso
que ensombreció la tranquilidad del "Sitio de la Tasajera", que dejó
a "Pinocho", cómo un hombre de alta peligrosidad.
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