UN BUEN DESCANSO
Se quedaron bien paradas, tal como las
dejó el dueño ingrato. La izquierda le comentaba a la compañera: ¿no sientes
nostalgia de ver la forma cruel en qué hemos sido arrojadas a la calle? No. Ese
es el comportamiento natural del humano. Nuestro dueño, nos sacó de la vitrina
en donde estábamos a la mirada inquisidora de ojos que nos querían hacer suyas.
Muchos nos despreciaban por el color; otros, por el tamaño; la mayoría, se
detenía, miraban y al ver nuestro precio, se iban nostálgicos.
El señor qué nos alejó del lugar en
donde permanecíamos tranquilas en manos de un bella mujer, quien todos los días
nos acariciaba, salió feliz con nosotras bajo sus brazos. Nos paseaba por
lugares exquisitos de la ciudad. Bailábamos adheridas a sus pies largas horas
de la noche; claro, que algunas veces, golpeamos a la hermosa pareja o nos le
paramos en un callo. Muchos de los amigos de él, nos miraban con envidia, la
que ocultaban diciéndole que estaba muy ‘titino’ con sus botas nuevas. Nos
gustaba tanto cuando nos llevaba al parque para que nos lustraran; al pasarnos
el cepillo, nos hacía cosquillas y aquella delicia al sobarnos el trapo para
que nuestro color relumbrara. Lo que recuerdo era cuando el señor, me daba un
golpecito en la punta, para qué yo me bajara y pudieras subir tú a la caja
¡Gratos momentos!
No nos gustaba, era cuando los pies
del dueño, estaban sudorosos. Olían mal, ¿verdad?
Nos pasaron los años y con ellos, nos
llenamos de raspones, perdimos la brillantez; los tacones se torcieron y el
cuero se agrietó. Ya el ‘amo’, ha mirado con codicia a otras más ‘jóvenes’, es
por eso, qué estamos aquí, esperando el sonido de la campanilla del carro de la
basura, para emprender el viaje sin retorno. Allá, donde tiran las cosas qué no
sirven.
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