SOMBRA DEL JARDÍN
Son casos generalizados en la vida
cuotidiana. La madre ha perdido los encantos de la juventud, algo natural con el
caer las hojas del almanaque. Los hijos, especialmente las hembras, no lo
aceptan. Es cuando comienzan los retoques a la ‘cucha’. Esas canas la hacen ver
más vieja. Teñida. Ojalá con el color de moda. ¿Arrugas? ¡No por Dios! Estirada
de piel. ¿Cómo qué con esos vestidos pasados de moda? A la boutique de Richard,
el gran diseñador, para que le actualice el vestuario. Las prótesis dentales
salen como pepa de guama y son remplazadas a pesar del dolor, por fijas,
atornilladas a las encías. Los cambios de la angustiada progenitora no se hacen
esperar. Es una criatura renovada de modelo exteriormente, ante la vista de los
transeúntes, con los achaques normales de la edad, con un corazón debilitado
por los sufrimientos brindados por quienes pagaron el cambio, no por amor, sí
por vanidad; cuando lo que en verdad ella quería, era un cambio de actitud y un
hogar en paz.
Alberto.
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