NUEVOS JUGADORES DEL DEPORTES COPACABANA
Creo no equivocarme, en el país no
existían canchas iluminadas. En el barrio la Asunción, limitando con el río
Medellín y donde la quebrada Piedras Blancas, depositaba sus caudalosas aguas,
la Junta de Deportes construyó la cancha Camilo Torres. Con el correr del
tiempo y después de ser inaugurada con pompas y reina de belleza de por medio,
nació la idea de iluminarla para que la gente tuviera un vehículo de
esparcimiento nocturno. Todo se puso en marcha. La familia Hernández, propietaria
de una empresa que construía lámparas, donó el alumbrado y con recolección de
fondos entre la población en la que hacían aparición bailes y se cobraba por
danzar con la reina en forma de subasta, se pudo colocar bancas para que los
hinchas se acomodaran a presenciar el espectáculo de multitudes, que en la
comarca, era pasión de chicos y grandes.
Llegó la hora del primer encuentro.
Por las calles adyacentes, desfilaban todo tipo de curiosos, hasta las familias
prestantes, que muy poco o nada sabían de fútbol, pero pudo más la curiosidad
que el conocimiento; descendían mujeres mayores y niñas que siempre miraron por
el rabillo del ojo ese deporte en que 22 jugadores se disputan un balón.
Una suabe brisa matizaba el ambiente.
Las luces iluminaban el contorno y se reflejaban en la galería de sauces
sembrados a la orilla del río, que pareciera que hacían reverencia a la
multitud, con sus movimientos sensuales. De la población cercana de Bello, el
equipo de Pantex y el Deportes Copacabana se enfrentaron en encuentro amistoso,
haciendo las delicias de multitud de concurrentes que aplaudían a los
jugadores, que con el sudor remojaban el incipiente césped de la cancha y
creaban en la imaginación del niño el querer emularlos y algún día, llegar a
corretear con un balón sintiendo el aplauso de todo un pueblo, al amparo de las
luces de la Camilo Torres.
Alberto.
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