La muerte no es el olvido si hacemos de la vida un jardín abonado de bellos momentos, si damos de nosotros hasta el último instante lo mejor de nuestra existencia en compartir lo mejor del espíritu con los demás, de llevar enseñanzas de fraternidad a las nuevas generaciones para que ellas hagan del universo un campo abonado de paz. No podemos morir en el recuerdo de los seres vivos si hemos regado en el camino semillas: de trabajo, de honestidad, reconciliación, de lucha por la igualdad y sobre todo, AMOR. Existe la muerte física que es un proceso inevitable, por lo cual debe ser aceptado y visto como natural y cuando una persona como MARÍA AMELIA LÓPEZ, hermosa matrona que se ha ido a descansar en las alturas en dónde están las almas buenas que ocuparon estos valles, estos ríos, mares, montañas, que se fundieron con el trinar de los pájaros, que acariciaron los pétalos de la flor, que sufrieron con el dolor ajeno como propio, creo que es un pecado llorarla, más bien darle gracias a Dios, por dar al mundo personas como ella, que utilizó los medios de comunicación actuales siendo una mujer de avanzada edad, para contar sus experiencias en el transcurrir de los años que son como un brebaje dulce, para que la juventud mitigue su sed.
Dios en éstos momentos la está invitando a sentarse en su trono.
Muy buen ejemplo a seguir...
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