OTRA SOLEDAD.
No requiero del trauma de las gentes.
Necesito de la soledad
del airecillo que penetra por la ventana
del cuento de Blanca Nieves,
deseo la verdad del moribundo.
Amo el canto de las nubes
el corretear de los conejos
disfruto con tu ausencia.
El corazón se abre como una flor
al compás del amanecer,
me caliento con la tibieza de mi sangre.
No más mentira humana
que me perturba
con su calidoscópica falsedad.
Mira, me siento rey en casa humilde
cuando humildemente vivo
y trueno en un cielo quieto
y me desnudo ante la mar bravía.
¡Vete, está el sol en el poniente!
Todas estas locuras nacen de mis años mozos, cuando el sol estaba en el horizonte de la vida.
Que daría por sentirme así en estos momentos.
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