Por allá en los años de 1945 se movía una figura pequeña como una arriera por todos los contornos del municipio. Él llevaba de los cafés cercanos, tintos, café con leche, empanadas y otros comestibles para los empleados del palacio municipal; del juzgado hacía llegar citaciones, emplazamientos; los domingos después del mercado, a él le correspondía barrer la plaza para dejarla limpia; muchas veces de la oficina de correo, se le veía salir a llevar correspondencia hasta lugares apartados. Bueno, de todo se untaba Guillermo Toro, a quien por cariño llamaban Memo el enano.
Todo aquello lo ejecutaba con suma seriedad, era su trabajo y había que cumplirlo. Era huraño, de mal genio, pero cumplidor de su deber y además no le decía no, a nada ni a nadie. La luz eléctrica para aquella época era deficiente en el poblado y se hacía iluminar las callejas y todo el entorno con unas cuchillas, que al juntarse prendían los bombillos. ¿ y quien era el encargado de éste oficio? Memo.
Cuando el sol empezaba a declinar en el poniente y las primeras sombras iban cubriendo de nostalgia los tejados de aquellos caserones y los corazones de sus habitantes, aparecía Memo con una vara de madera larga, con la que juntaba las cuchillas y la luz iluminaba tenuemente. Era simpático verlo caminar de esquina en esquina con la vara aferrada a su pequeña mano como si fuera la lanza de Don Quijote, un Quijote en miniatura.
Memo era enamoradizo y le encantaban todas las mujeres bonitas de la población y se enamoraba con facilidad, pero no le manifestaba a la agraciada sus sentimientos, era un amor de ojo o...¿Platónico?. Lo cierto era que por la mujer que le llenaba su corazón, se emborrachaba hasta quedar como una cuba, algo muy peligroso debido a que en los taburetes que se sentaba quedaba con las piernas muy lejos del suelo, a dónde casi siempre llegaba a parar. Al día siguiente se le observaba sus moretones, pero cumpliendo con sus tareas, como aquella de darle luz al pueblo y permitir que los niños jugáramos canicas hasta más tarde. ¡Gracias Memo!
Siempre disfruto mucho leyendo cada crónica que narra, recuerdos cargados de tanta nostalgia.
ResponderEliminarSe le ha hecho justicia al tal Memo, pues ahora, usted lo ha dejado plasmado para la posteridad.
Saludos Don Beto.