Foto de Internet.
"Quien conoce su ignorancia revela la más profunda sabiduría.
Quien ignora su ignorancia vive en la más profunda ilusión". (Lao-Tsé).
Los fines de semana quedaban libres como el aire. Adiós cargadas de maletas con cuadernos, madrugas al baño aún dormido o aquel temblor en las rodillas, porqué no sabíamos las tareas. Era tan bueno. Nos permitían dormir hasta tarde. Cuando uno se levantaba la madre ya nos tenía el desayuno listo en la mesa. Se salía a buscar a los amigos para empezar las travesuras juveniles cómo aquella de adentrarnos por caminos llenos de estacones que dividían las propiedades con peligrosas púas de los alambres en donde muchas veces se quedaron engarzadas camisas y pantalones, allí, los abejorros habían hecho su morada. Con toda curiosidad íbamos hurgando el pequeño orificio hasta ver asomar ya fuera unas patas peludas o unas antenas, que nos manifestaban que el animal estaba próximo a salir.
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Tomábamos precauciones para no ser picados y con la velocidad de un felino, le echábamos mano. Sacábamos del bolsillo el hilo que le habíamos extraído del costurero de la mamá y le amarrábamos una de las patas haciéndole un buen nudo, de la forma en que lo hace un cirujano en el quirófano; llenos de alegría lo lanzábamos al aire y como quien eleva una cometa, le soltábamos cuerda o le recobrábamos ¡Era todo un espectáculo! El insecto no parecía que se sintiera incomodo con nuestro juego, más bien, cómo que le gustaba, pues hacía piruetas en el aire quizás para demostrarnos sus innatas habilidades, mientras nosotros en el suelo, degustábamos de algo que no necesitaba aire cómo las cometas y costaba menos y..."colorín colorado, éste cuento se acabado".
Tomábamos precauciones para no ser picados y con la velocidad de un felino, le echábamos mano. Sacábamos del bolsillo el hilo que le habíamos extraído del costurero de la mamá y le amarrábamos una de las patas haciéndole un buen nudo, de la forma en que lo hace un cirujano en el quirófano; llenos de alegría lo lanzábamos al aire y como quien eleva una cometa, le soltábamos cuerda o le recobrábamos ¡Era todo un espectáculo! El insecto no parecía que se sintiera incomodo con nuestro juego, más bien, cómo que le gustaba, pues hacía piruetas en el aire quizás para demostrarnos sus innatas habilidades, mientras nosotros en el suelo, degustábamos de algo que no necesitaba aire cómo las cometas y costaba menos y..."colorín colorado, éste cuento se acabado".
Alberto, aquí mi dirección:
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