Foto: Luis Fernando Mejía."No hay más muertos que los llevados dentro por los vivos" (Pío Baroja)
Se llegaba de la escuela al colegio San Luis, aún con el olor a santidad, pues éramos niños instruídos en el temor de Dios por los anteriores maestros, que nos advertían en el aula, el pecado de la lujuria. Al entrar al Alma Mater de Copacabana y encontrar que en los grupos superiores, se hallaban estudiantes casi hombres, nos inspiró angustia. Muchos poseían bigotes iguales a los de Bienvenido Granda; voz enronquecida y metro con ochenta de estatura y, algo más. En el patio de recreo junto al palo de mango, donde fumaban cigarrillo a escondidas, se reunían a contar aventuras de pasados encuentros carnales con alguien qué ellos llamaban "la vieja". A nosotros los recién llegados, se nos creo la curiosidad de conocer a la damisela que les había quitado la inocencia.
Foto: Alex Pérez.Siempre qué contaban sus historias amorosas, entraban en carcajadas al decir qué cambiaban el placer, por medio litro de leche, pues nuestra cortesana, era mujer de escasos recursos ecónomicos y con abundante prole, y...llegó la noche en que uno de nuestros condiscípulos avezado en la aventura, fue llevando al grupo primíparo por callejuelas iluminadas por la luna llena hasta el frente de la humilde casa. Tres golpes en la puerta desvencijada; una "señora" de más de cincuenta años, sale; Pálida, patizamba, que con voz desabrida, dijo: "de a uno, mis niños". Se escucha un tropel de hombres que corrían. ¡Es la autoridad! El grupo se desintegró en menos que se persigna un cura ñato; sólo quedó por el lugar, una mancha blanca dejada por la leche derramada.
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