El centro de Copacabana
“La vida se mide por hechos y no por días.” (Pietro Metastasio)
E
|
n aquellas épocas, la mujer, estaba alejada de vida política con algunas excepciones,
que seguramente se podían contar en los dedos de la mano y más, si el cargo era
la administración municipal. Los nombramientos de alcaldes se hacían movidos
por intrigas ejecutadas desde los directorios y no por la conveniencia y
bienestar de un conglomerado; ese factor hizo que el progreso de los pueblos
fuera poco y la figura del burgomaestre era apenas algo decorativo que asistía
a todas las fiestas de carácter nacional, religiosas y el jefe de los jurados
en los reinados, el resto del tiempo, lo pasaba en el escritorio leyendo la
prensa, tomando “tinto” (café), a la espera de ir almorzar y por la tarde
tomaba los arreos personales para regresar a casa en la ciudad capital.
Le habían dado los últimos palustres a la obra del nuevo y pomposo edificio
de la alcaldía. Para la ocasión se contrataron orquestas, se confirmaba la
existencia del gobernador, periodistas y de un maestro de ceremonias que recayó
en la hermosa voz de Rodrigo Correa Palacio, que le daría lustre a la emisora
del pueblo, RADIO COPACABANA. La gente
no quería perder ni un solo instante, de aquel acontecimiento en que la autoridad, estaría en las manos de una mujer.
Primera en todo el tiempo en Antioquia, de vida democrática. Se escucharon
voladores, repiques de campana cuando hizo su entrada al parque el vehículo que
trasportó a la Dra. Luz Elena Betancur de Cook que desde ese día tomaría las
riendas del ejecutivo del lugar, fundado por el Mariscal Jorge Robledo y
custodiado por la Virgen de la Asunción, patrona que engalana desde el altar
mayor el templo parroquial. Los borrachos no cabían por los corredores pues la
champaña corría a manos llenas; los abrazos y gritos de júbilo retumbaban en
los salones y la esperanza de cambio, se asomaba ingenuamente en los corazones y
el cura, echaba bendiciones refrescando con agua bendita, el rostro de damas y
caballeros ebrios.
Chiva en artesanía
Las damitas de la alta sociedad
refregaban sus cuerpos al son de la música, sin importarles un comino el
desaliño de la figura, ni el costoso peinado, menos, los zarcillo rodados por
el suelo como el desgrano de una mazorca de maíz.
Al día siguiente todos recordaban el espectáculo de la posesión de la
primera alcaldesa y la inauguración del Palacio Municipal y en la grabación
echa por la emisora, quedaron voces altisonantes de quienes se preciaban de ser
dechados de virtud y corrección.
Buenas noches Alberto, soy Juan Esteban Cock, era para preguntarte si me permites sacar algunas citas de aquí, ya que me encuentro escribiendo una crónica sobre Luz Elena
ResponderEliminar