MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 9 de abril de 2014

RETACITOS DE RECUERDOS

Aquí está Dios 1
En el antiguo pueblo de Copacabana, la energía era bastante deficiente para la época de finales de los 40 y principios de los 50, era suministrada por la compañía Fabricato; más el viejo honesto del padre, un día cualquiera, se apareció con un radio de marca Westinghouse, empresa a la que prestaba sus servicios. Él, que provenía del campo, era amante de escuchar noticias y su música, aquella de instrumentos de cuerda que engalanaban versos inspirados en el paisaje circundados entre montañas, que le cantaban al amor puro, a la fortaleza de una raza de hombres trabajadores y a la hermosura de la mujer campesina de largas trenzas, cuerpo frágil echo para la laboriosidad, para el recato y largas jornadas. Se colocó el receptor sobre mesa antigua, en el comedor del hogar; era un lugar en que la familia compartía penas y alegrías, en el que se enseñaba urbanidad, al que llegaba Dios para recibir la gratitud por el alimento y el que él, encontró, para disfrutar en voces genuinas los últimos acontecimientos del diario vivir o los bambucos de Obdulio y Julián (los gorditos), acompañados por la guitarra o, la lira, de la “Silga”, que le servía para entonarlos a la par, recordando con nostalgia el lar materno allá en la colonial Rionegro, cuna de todos sus ancestros.
Escuchaba con melancolía, la forma en que los hombres se destruían en las guerras, noticias que llegaban con tres o más días de diferencia por la distancia y sin embargo eran de actualidad. Su rostro se perturbaba, daba la impresión de que alguien de su familia había caído en manos del ‘enemigo’; la susceptibilidad de que estaba hecho su corazón, era imposible de esconder, aunque queriendo hacerlo, encendía un fósforo para prender el cigarrillo Pielroja, decía que el humo, le molestaba en los ojos y que por eso, le saltó la lágrima. Manifestaba, que aquel aparato trasmisor, era un gran invento. Que por él, todo se sabía a miles de kilómetros de distancia y podía conocer lo que en otras latitudes acaecía sin tener que estar presente. Sin ser nunca político, no dejaba de escuchar los discursos de arengas en la que se enfrascaban los cabecillas, para a hacer que el pueblo humilde e ignorante se matara.


Aquí está Dios 2
No era ajeno a los programas de humor; a pesar de ser un hombre serio, sabía reír y lo hacía con carcajadas que se escuchaban por todos los rincones de la casa. No se perdía La Escuelita de Doña Rita, Jorgito, Los Chaparrines a Mario Jaramillo y al mejor humorista de los nuestros: Montecristo; gozaba igual que un niño atiborrado de juguetes. Sabía que había llegado el momento de entregar los arreos y se paraba ceremoniosamente para que la esposa amada, se sentara a escuchar la radio-novela, aquella, en que una mujer mala, les hacía imposible la vida a una pareja. De ahí, no se exhalaba la risa; era el llanto y la rabia la que brotaban, queriendo destruir hasta el radio Westinghouse, que por tantos años, fue compañía en el hogar.



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