MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 1 de julio de 2015

¡TRISTEZA!


Amor todo se me va al estómago

El árbol de guayabo se estremeció lo mismo que yo. He tenido la costumbre ancestral de madrugar, con los primeros cantos de las aves. Aquella mañana, el cielo estaba limpio, presagio de que el día sería canicular. De repente, las hojas trepidaron ante el peso de algo poco común; la mirada se fue ávida hasta el lugar, apenas en el instante en que enrollaba las alas. Eran un pájaro de color oscuro, cabeza poderosa, pico encorvado y plumaje compacto, todo él, predispuesto para largas jornadas. Los ojos, eran parecidos a los del águila, con la diferencia de que éstos, tenían una rara nostalgia. Nos mirábamos extrañados. Sentía confusión y cierto temor ante la presencia. Un sudor frío acompañado de espasmos, recorrían por el cuerpo. No tardé en comprender, que ella (el ave), había notado mi comportamiento y cómo en una fábula mitológica, empezó a narrar el porqué de su presencia:
“No he venido a perturbar la tranquilidad del hogar, sólo a descansar de un largo viaje. Vivía en la cúspide de una montaña junto con la nieve y el cielo azul. Allí todo era tranquilidad. La curiosidad y el deseo de conocer el anchuroso mundo me trajo a tú país hermoso. Divisaba desde lo alto el azul de dos mares, las férreas montañas, el verdor de las planicies y selvas procreadoras de vida. Estaba encantada al ver tanta belleza.

En el abandono

Antes de regresar, hice un prolongado descanso, para saborear la dulzura de las frutas, observar la laboriosidad de sus gentes y embriagarme de verdor. Algo me indujo alzar el vuelo repitiendo el recorrido para grabar con fidelidad la magnificencia con que el creador, los ha recompensado. Oh que sorpresa…todo era diferente. Los océanos estaban llenos de porquerías; una mancha negra y espesa mataba los peces; los alcatraces, cigüeñas y gaviotas morían en las playas. En los campos el humo no salía de las chimeneas, brotaba de los sembradíos mientras la gente corría, las quebradas se habían convertido en arroyos de sangre y algo viscoso mal oliente; la selva estaba talada, solo la droga florecía mientras la fauna lloraba. No quise continuar, miré éste guayabo con algo de verdor…descendí nostálgico desfalleciente ante tanta crueldad del hombre y aquí yaceré. Recuérdame siempre, mi nombre es tristeza.”            


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