Se hace la vida llena de alegría al recordar con amor, todo aquello bello que ha trascurrido durante nuestra existencia. Sí me recuerdas, es porque me haz amado. ¡Cuan grande es recordar y que triste es el olvido!
miércoles, 30 de mayo de 2018
LOS FRISOLITO DE MI DIOS
LA NUEVA GENERACIÓN
Aquí se ha llegado al paroxismo. El
manjar de los dioses. En España, los llaman judías, ¿será por qué los hebreos
parece ser, han sido comelones del fruto de esta planta leguminosa? Valla uno a
saber. Pero parece que la cuna es la de los ‘manitos’ en México.
Por estas breñas de don Tomás
carrasquilla, es el plato que no puede faltar en la mesa del más
encopetado o en la humilde casa de
chimenea humeante. Según la alcurnia, se les denomina. Fríjol, frísol, frijol
etc. Pero la auténtica que viene desde la montaña arriba, son frisoles con
coles o, con plátano verde ‘picao’; muchos los prefieren con cidra, todo va en
gusto o la región de donde provenga el comensal. Los hay liborinos; se
encuentran grandes, pequeños, rojos, amarillo y hasta negros, pero los que
mejor se ven en el plato ante los ojos y el gusto son los cargamanto, ya sean
rojos o blancos a quienes se les ha echado garra de marrano criollo. No puede
faltar a esa vianda extraída de las cercanías del cielo, el ‘hogao’, que le
hace juego al apetitoso manjar.
Cuando se juntan los frisoles, la
arepa, aguacate, chicharrón de 7 patas y la mazamorra en la culinaria maicera,
se ha llegado al momento culminante de chuparse los dedos; ‘aloye’ mi don.
Cómaselos ‘jirviendo’ con su carne en ‘polvo’, pa’ que le sepa ‘gueno’.
Ah…los que le sobraron, se comen al
desayuno del día después en ‘calentao’, con arepa delgada o ‘tela’, dorada en
el fogón y no olvide la tajada de quesito hecho con leche de vaca negra.
Se dice de alguien que vivió un tiempo
en el extranjero y cuando anunció el regreso, la madre le preparó un buen plato
de frisoles para sorprenderlo; al sentarse a la mesa, le dijo a la progenitora:
¿vieja, que clase de frutillas son esas?
Alberto.
miércoles, 23 de mayo de 2018
MAZAMORRA
MUERTE A LA CULTURA
¡OH aquellos tiempos! Al saludar el
caminante desde la puerta de tranca, escuchaba desde el interior una voz
amigable, invitaba a pasar y sentarte en el tarimón, (que los antioqueños
llamamos tarima del corredor) y una mujer que no ocultaba el embarazo traía en
sus manos una taza inmensa, repleta de mazamorra con unos granos igual que
pelotas de pin-pon, en donde no faltaba el dulce machacado Siéntese mi don a la
fresquita, tome aliento, para seguir la jornada. Hoy eso no se puede hacer.
“Se llamaba mazamorra al guiso con el
que se alimentaba a los galeotes (remeros, casi siempre forzados, en los navíos
llamados galeras) y a los marineros, que consistía en las legumbres
disponibles, generalmente lentejas y garbanzos, cocidos juntos, y aliñados con
algunos vegetales disponibles, normalmente pimientos”. Wikipedia.
Pero por estas breñas de maiceros, la cosa fue distinta heredamos de los
aborígenes el amor por la nutriente mazorca que sonriente nos brinda encantos.
Las amas de casa madrugaban a desgranar para echar en el fondo del pilón y con
la ‘mano’ acertar golpes que fuera descascarando el grano, hasta parar en ollas
de barro, que a fuego de leña iba tomando su olor, que se expandía por el hogar
enredado en el canto de las mujeres amantes del esposo, hijos y del trabajo
honesto del hogar. Eso, también ha sido desalojado por el modernismo.
Ya esos ajetreos, que eran unidad
familiar, se han cambiado por salir a la puerta, a la espera de quien ha hecho
de la costumbre montañera, un oficio lucrativo.
El grito del vendedor se escucha a lo lejos:
mazamorra…mazamorra ‘pilada’ a $500 el cucharón; la leche la pone usted, si
acaso tiene dinero para la bolsa y la endulza con el recuerdo.
Alberto.
miércoles, 16 de mayo de 2018
ESA, ME TRAE RECUERDOS
AFERRADOS A LA MONTAÑA
El sol caía casi vertical. La sombra
estaba bajo el cuerpo y del pavimento exhalaba vapores por evaporación.
La economía ambulante de miles de
personas, era lo único con lo que podía contar para la subsistencia. Se había colocado
estratégicamente, tal como lo hacen las grandes compañías del espectáculo,
cuando con publicidad invitan a llenar los estrados de imponentes teatros.
A la guitarra se le habían encontrado
los mejores acordes. La ‘taquilla’ terrestre al alcance de la mano; el tinto y
el agua, para aclarar la voz y el mejor amigo en primera fila, para que ayudara
a no perder la fe que a veces lo abandonaba.
La lucha contra la adversidad, había
formado en él, un espíritu guerrero.Todo lo podía perder en un instante, pero
jamás, la compañía de su perro, sería como extirparle el alma. Para él,
‘surrunguiaba’ las 6 cuerdas en armonía; por él, sus esfuerzos por vencer las
dificultades climáticas y para él, su existencia.
La mascota sabía sobre su amo, que
también tuvo veinte años; ambos estaban seguros, de que el amor existe más allá
del sexo.
Alberto.
miércoles, 9 de mayo de 2018
PINTURA QUE NO PASÓ DE BOSQUEJO
BARRIO LAS PALMAS MEDELLÍN
Todo estaba listo. Pinceles agrupados
entre un vaso. Aceite de linaza, los pomos con los oleos multicolores, trapo,
recipiente para limpieza; trementina, lienzo, paleta, caballete y manos a la
obra.
Los ingredientes habían salido, de
dineros ‘capados’ al bastimento casero, esperando, que la consorte, mujer de
armas tomar, no se llegara dar cuenta del desfalco.
En un rincón, ‘agallinao’, empezó hacer la obra pictórica, que tanto
había soñado, desde que se destetó del hogar paterno. Trazos largos y de
colores fuertes. Iba delineando la figura femenina, encontrada en una revista,
para que le sirviera de modelo; se alejaba del caballete, para observar. Sí,
las cosas andaban bien. Untaba y mezclaba en el pincel, colores que le fueran
dando forma y realce. Sentía satisfacción y paz absoluta en lo que realizaban
sus manos, que no sólo fueron hechas para labores bruscas, sino también, para
la delicadeza, el amor y el arte.
Cuando terminara el cuadro, iría a
engalanar uno de los lados de la pared de la sala, en aquel, que quedaba
enfrente de la ventana, para cuando la gente pasara, fuera observada y
admirada. Estaba embebido en los pensamientos y casi listo para firmarla,
cuando sintió un estrépito de rayo. Volaron por los aires la parafernalia
artística, quedando como ‘carne en polvo’; en un instante, alcanzó a ver su
obra desastillarse contra el dintel de la puerta.
La esposa, era el huracán que todo lo destruyó
en un abrir y cerrar de ojos.
¡Ve este langaruto! ¿A vos quién te
dijo que de eso se puede vivir? ¡No me creás tan ‘collareja’! No sólo ensucias
las ropas de los niños, sino el mal ejemplo. Coja oficio mijo, que la vida no
está pa’ bobadas.
Alberto
jueves, 3 de mayo de 2018
LO QUE SE VE
LA CASA DE MI PAPÁ
Seguro, la lombriz, había salido a
explorar la noche anterior, perdió el equilibrio y ya no pudo regresar a su
túnel. Batalló por sobrevivir, hasta fallecer.
Había comenzado a aclarar el día. La
hormiga, sintió en el llamado de sus antenas, olor a comida, lo mismo que la
dirección; llegó hasta el lugar exacto. Se asombró al ver el tamaño de la
presa; sus fuerzas, no eran lo suficientes para cargar aquel apetitoso plato.
¿Qué hacer? Se fue comunicando con sus congéneres, quienes al llamado, fueron
llegando uno a uno, hasta formar abigarrada multitud.
Cada una de las obreras, recibía de la
reina, la orden para empezar unidas el fatigante trabajo de cargar encima del
‘hombro’, el majar que llevarían por entre las hendijas en donde estaban
radicadas, desde que partieron del patio posterior, por desalojo con agua
hirviente de que fueron objeto.
Se fueron acomodando una tras otra,
debajo del invertebrado, esperando el
mandato de alzar. 1, 2 y tres. La lombriz se empezó a mover cargada por la
fuerza de la unidad. El recorrido era extenso y fatigante, pero era necesario
hacerlo. Por días no faltaría alimento en la despensa y el hambre no las
acosaría.
¡Mundo pequeño irradiador de
sabiduría!
“Manque” parezca raro, al ser humano,
le quedó grande el accionar dentro de la comunidad. Es ‘cusumbosolo’, ‘echado
patrás’, egoísta, mentiroso, fanfarrón y otras bobaditas de memoria genética,
que lo hacen diferente a la comuna de pequeños seres, mirados indiferentemente
por encima del hombro. “Ai tá pes”, el meollo; no sabemos agruparnos y menos
compartir. El sufrimiento, la necesidad ajena, nos importa un ‘bledo’; cada uno
se precia el ‘buenavida’ de la creación, cuando solo somos unos
‘calzonsingentes’ y nada más.
Alberto.
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