MUERTE A LA CULTURA
¡OH aquellos tiempos! Al saludar el
caminante desde la puerta de tranca, escuchaba desde el interior una voz
amigable, invitaba a pasar y sentarte en el tarimón, (que los antioqueños
llamamos tarima del corredor) y una mujer que no ocultaba el embarazo traía en
sus manos una taza inmensa, repleta de mazamorra con unos granos igual que
pelotas de pin-pon, en donde no faltaba el dulce machacado Siéntese mi don a la
fresquita, tome aliento, para seguir la jornada. Hoy eso no se puede hacer.
“Se llamaba mazamorra al guiso con el
que se alimentaba a los galeotes (remeros, casi siempre forzados, en los navíos
llamados galeras) y a los marineros, que consistía en las legumbres
disponibles, generalmente lentejas y garbanzos, cocidos juntos, y aliñados con
algunos vegetales disponibles, normalmente pimientos”. Wikipedia.
Pero por estas breñas de maiceros, la cosa fue distinta heredamos de los
aborígenes el amor por la nutriente mazorca que sonriente nos brinda encantos.
Las amas de casa madrugaban a desgranar para echar en el fondo del pilón y con
la ‘mano’ acertar golpes que fuera descascarando el grano, hasta parar en ollas
de barro, que a fuego de leña iba tomando su olor, que se expandía por el hogar
enredado en el canto de las mujeres amantes del esposo, hijos y del trabajo
honesto del hogar. Eso, también ha sido desalojado por el modernismo.
Ya esos ajetreos, que eran unidad
familiar, se han cambiado por salir a la puerta, a la espera de quien ha hecho
de la costumbre montañera, un oficio lucrativo.
El grito del vendedor se escucha a lo lejos:
mazamorra…mazamorra ‘pilada’ a $500 el cucharón; la leche la pone usted, si
acaso tiene dinero para la bolsa y la endulza con el recuerdo.
Alberto.
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