COPACABANA FOTO HÉCTOR BOTERO
En una estrecha calle
tapizada de adoquines, algunos arbustos y frentes coloridos, unos transeúntes
se iban arremolinando alrededor de un anciano. Sintió él también curiosidad y
se fue acercando. El longevo personaje demostraba el cansancio de los años; un
sombrero negro tapaba los suaves hilos blancos del cabello, a la vez, que
mitigaba del sol el rostro cuarteado por la dureza de la existencia; vestía
humildemente, pero con dignidad. Unas sandalias de cuero crudo, amortiguaban
los pies de la inmensidad del camino. La voz cansada pero firme empezaba a
describir la historia de un país como tantos, pues, no determinaba a uno
especial. Mientras hablaba las manos lo hacían con ese abecedario de lo
histriónico: “En las escuelas la orden era enseñar a los párvulos, el himno, la
bandera, historia de sus ‘héroes’, los límites que lo separaban de otros
estados. Ellos (los maestros), se desgañitaban en las aulas para que los
inocentes niños, se aprendieran de memoria aquellas historias, que el tiempo
iba mostrando que lo impuesto no era la verdad. En las aulas no podía faltar el
crucifijo y una que otra imagen de alguno escapado del santoral. La escuela,
era también el inicio de la agresividad en los niños, ahí, se iba aprendiendo
que luchando es que se sobrevive. Había violencia buscando entrar de primero a
los “cuarticos” (los orinales.”)
En setentón alzaba el sombrero con una mano y
con la otra se rascaba la cabeza, mientras la mirada se notaba incrédula al ver
que el lugar se había colmado de todo tipo de personas, esto lo motivo a
continuar describiendo sus vivencias: “Decía qué algo heredado desde los
recónditos ancestros de los primeros pobladores, indígenas, negros y blancos,
tendrían la culpa del legado de irascibilidad, odio, rencor de que hacemos gala
en cada acto; sí, aquellos errores le agregamos la envidia, ambición desmedida,
mentira y deseo infinito de poder, encontramos el paradigma que hace que el
país se anacrónico, supersticioso, fanático y propenso a la violencia para
alcanzar las metas. Esa mezcolanza es el crisol en que el pasado concertó la
barbarie del presente. Banderas desteñidas con azuzadores de oficio que
rociaron de sangre los campos, en vez de semilla; Fulanos vestidos con
camuflaje detrás del poder, aristócratas de corbata que se empachan de signos
pesos, de que es escaso el pueblo.” El anciano calló y dejó ver una lágrima,
tosió y continuó: “El hartazgo hizo producir la arcada. El asco de los que
bostezan de hambre fue ver la paloma de la paz con sobre peso, sin poder alzar
el vuelo.” Un parecido estaba en su pasado, en 1948 en Copacabana estallaron un
taco de dinamita en el local del anciano que le vendía las bolas y los trompos.
Alberto.
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