GUATAPÉ ANTIOQUIA Y SUS PATOS
De tumbo en tumbo
marchaba el agitado peregrinar del conglomerado habitacional en el planeta; los
bufones burocráticos exhibían ante el cardumen crédulo, las benevolencias de
los desafueros en las políticas libertinas de los estados, haciendo creer con
malabarismos económicos que se marchaba en un cabalgar de éxitos y que cada
súbdito dejaba de ser inferior al pasarles el rasero de la democracia. Los
templos suntuosos, garajes llenos de engaño, mezquitas Islámicas, sinagogas
judías y un sin fin de vividores, tenía al unísono la clave de la salvación.
Eros, de la mitología griega, el comprometido con la seducción sexual, tomó
poder sobre cada criatura inyectando dosis de olvido ante la fidelidad; en los
tálamos y sobre el césped caía a pedazos la virginidad; reputadas ancianas,
ninfas con olor a orines abrían sus extremidades para copular con siniestros depravados.
No ser igual y practicar sexo indiscriminado, estaba encasillado en la era de
los dinosaurios. Todos y todas se agruparon en la “alegría” de un período
irresponsable que adquiría el mismo tenor del tiempo bíblico, cuando Sodoma y
Gomorra se desplomaron quedando en pie solo Lot, Edith y la familia, fue el
fin; de allí, se encontraron el renacer que estaba en el principio de una vida
sencilla, colaborativa y humilde. ¡Todo se desplomó! ¡Hoy, la pandemia, trae el
nuevo renacer!
Desde el continente
asiático fue apareciendo la sombra negra, hasta oscurecer el mundo. El universo
entró en pandemia. Las potencias eran iguales a los países en desarrollo, la
aves vieron el espacio limpio, empezaron a juguetear en el aire sin temores,
descolgándose hasta la copa de los árboles y de ahí a piquetear en las calles
vacías; los ríos y las quebradas contaminados, empezaron a descender desde los
nacimientos cristalinos como en el -principio de la creación, las mariposas se
podían posar en los jardines sin ser espantadas; el eco de las oraciones se
diseminaba por todos los rincones de los castillos, rascacielos, latifundios,
caseríos, fronteras arribistas y de tétricos burdeles. ¡Las familias, habían
vuelto a ser hogares! El milagro de retomar las viejas usanzas patriarcales,
iban tomando forma. Los jóvenes podían ver a los progenitores por primera vez
sin reproche, las parejas de esposos compartían la risa, renovando el círculo
de amor, los ancianos encontraron el reconocimiento del verdadero valor en una
sociedad olvidadiza. Estaba entrando la paz, por la crueldad del dolor, la
incertidumbre y el miedo. El planeta tendría el cambio sin el engaño
politiquero y sí por la conciencia, mientras el hombre mirando al cielo, daba
gracias sin el peso del engaño.
Alberto