ANTIGUO PARQUE DE COPACABANA
Aunque la mañana esté
gris, con los recuerdos que deambulan libremente por la evocación, la gratitud
resplandece, se ilumina tal como eran en aquellos hermosos días de esos
diciembres juveniles vividos intensamente en ese pueblo copacabanense de
tejados lamosos, verdosos de historia, que en perfecto orden cubren la
hidalguía de un conglomerado descendientes de campesinos y de alguna manera, rastras
de genes españoles; bueno eso no importa. Es significativo el comportamiento señorial
que salía como aroma de flores de dentro de aquellos caserones con patios
empedrados, bifloras, rosas, orquídeas y hasta claveles rojos. Aquellas
ventanas arrodilladas, se prestaban para que los domingos día de mercado, los
campesinos amarraran sus bestias, yeguas y alguna potranca traída para la venta.
En ese lugar se reunían los llegados de más allá de la montaña, Sampedreños con
aquellos quesitos envueltos en hojas de bijao junto con la arepa de chócolo,
sin faltar el que llegaba con la marrana gorda y la cría inmensa de cochinitos
hermosos y chillones. En ese ambiente dominical se amacizaba todo el
conglomerado entre humo de tabacos, lociones fragantes, lazos, sogas, monturas,
zamarros, mocasines, pañolones, cachirulas; gritos de vendedores y aullidos de
perros.
Alberto.
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